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Especies marinas intentan sobrevivir entre arenales y charcos de marea tras haber sido arrastradas por la fuerza de las olas
Entre las piedras, junto al rompeolas, mueven sus centenares de pies gelatinosos en un intento de superar la distancia que les separa del agua, algo menos de tres metros que suponen la diferencia entre la vida y la muerte. Son estrellas de mar naranja, Astropecten aranciacus, que no pudieron soportar el empuje de las corrientes, la fuerza del agua sobre las piedras y las arenas donde intentaban refugiarse durante el último temporal de poniente en la costa oriental granadina. Fueron arrancadas de su hábitat y arrastradas por las olas hasta los rompientes, materialmente lanzadas sobre la playa que intentan abandonar antes de que la falta de oxígeno y el sol acabe con su existencia. Algunas lo consiguen y logran recuperarse bajo el agua.
Las tormentas que casi sin tregua han azotado el litoral este invierno y en el inicio de una primavera de viento y lluvia, dejan su rastro en las arenas de las playas. Convierten en visibles a una gran cantidad de especies que habitualmente se encuentran en zonas de aguas someras, a escasa profundidad y que viven entre las rocas. Son las que vemos sobre las arenas en un paseo por la playa, generalmente muertas, después de una jornada de temporal. Pero si la observación se realiza poco después de haber amainado el ímpetu de las olas, la imagen será muy diferente.
En la arena los cangrejos ermitaños dejan ver sus patas rojas e incluso sus pequeños ojos negros, que salen de las aberturas de las caracolas que les sirven de casa y refugio, casi siempre cubiertas por anémonas parásitas que, a su vez, han lanzado largos tentáculos blancos en un intento de defenderse y sobrevivir. Los ermitaños, poco a poco, moverán su pesada carga y caminarán hacia el mar para sobrevivir. Igual que otros crustáceos que tienen la capacidad de soportar un tiempo fuera del agua y tamaño suficiente para poder situarse sobre sus patas y regresar al límite de las olas y esperar a que la corriente les empuje hacia el interior. No son especies extrañas, sino pequeñas cigalas, langostas y santiaguiños, que en la costa granadina llaman 'monas'. Otros más pequeños, como las gambas, no lo tienen tan fácil, si se quedan en la arena, mueren irremediablemente.
Bancos de peces
Las grandes olas llegan a sacar del mar bancos de peces, de alevines de boquerón, de sardinillas y jureles que se desarrollan entre las aguas más cercanas a las playas y suelen nadar pegados a la superficie. Las crestas de las olas les atrapan y les depositan sobre la arena. En ocasiones los vecinos del litoral, hacen su particular recolecta de 'pescaito chico' en lo que llaman el 'rebalaje'.
Más suerte tienen quienes en lugar de caer en la arena son transportados por el agua hasta charcos intermareales, y otros que se forman entre las rocas. El agua se mantiene durante días, por lo que se pueden observar los movimientos de grupos de pequeñísimas quisquillas, cangrejos de muy diferentes especies y tamaños. Los más habituales son de colores rojizos y grisáceos, de cuerpo cuadrado y veteados, el cangrejo corredor, Pachygrapsus marmoratus; otros más extraños de cuerpo muy pequeño en forma triangular y patas larguísimas Macropodia rostrata, araña de mar; y los casi invisibles entre las algas Acanthonyx lunulatus, que miden menos de un centímetro y se caracterizan por tener un triángulo blanco en el centro de su caparazón.
También hay pelotitas pelosas que no son más que acumulaciones de fibras de la fanerógama marina protegida, Posidonia oceánica. Se ven ramilletes de hojas largas y verdes que han sido arrancados por el temporal de las praderas submarinas. Hay también otras bolas, rojas de tacto mullido y huecos redondeados, de entres tres y cinco centímetros de diámetro, que son esponjas cangrejeras, invertebrados poríferos, en los que suelen refugiarse ermitaños.
Microhábitats
En los charcos intermareales, tras el temporal, se crean completísimos ecosistemas en los que logran sobrevivir diferentes especies de algas marinas, moluscos protegidos por sus conchas, con una mayor presencia de lapas, anomias (que aparentan ser patatas fritas) litorinas de colores nacarados, e incluso algunas joyas de la naturaleza como ejemplares recién nacidos de Pinna rudis, nacra de roca, que aún no han logrado aferrarse a los fondos rocosos y pueden ser arrastradas por el mar.
Observar los restos que el temporal ha dejado en las playas, es una lección directa y práctica de biología marina, e investigar qué ocurre entre las aguas de los charcos que han quedado entre las rocas y los espacios intermareales, es como si se realizase una inmersión en hábitats que solo podrían contemplarse bajo la superficie del mar.
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