IDEAL JAEN
La cuarta cofradía del Domingo de Ramos en salir a la calle procesionó con elegancia por las calles de capital escoltados por los romanos
Jaén vivió el Domingo de Ramos de forma gloriosa. Despejada la incertidumbre de este abril sin aguas mil -al menos durante la Semana Santa-, la gente se echó ayer a la calle de forma masiva para disfrutar de las cuatro hermandades que realizaron, sin incidencias, sus cuatro estaciones de penitencia. La última fue la Oración en el Huerto. Y lo hizo con una plaza de San Ildefonso donde no cabía un alfiler. Espectacular. Pero sobre todo emocionante. Muy emocionante.
Los portalones de la basílica menor de la Virgen de la Capilla se abrieron puntualmente. Justo cuando las campanas tañían las seis de la tarde. Un instante muy esperado por todos los jienenses, que sienten la Oración en el Huerto como algo muy suyo. Y también muy esperado por los vecinos de San Ildefonso, que abarrotaban balcones, ventanas y terrazas.
Los romanos, con sus escudos relucientes y sus 'penachos' blancos mecidos por la brisa -muy agradecida, por cierto-, formaban a ambos lados del pórtico, donde colgaban unos cartelones donde se podía leer Vera Cruz, en referencia a la Congregación del Santísimo Cristo de la Vera Cruz y María Santísima de los Dolores. Más de una lágrima se derramó en recuerdo de Vicente Hervás, el 'último capitán', recientemente fallecido. Rictus serio. Formación marcial. El Señor está a punto de encontrarse con Jaén. El paso de la Oración en el Huerto, portado por una cuadrilla de experimentados costaleros, avanzaba poco. Con parsimonia. Sólo las instrucciones de capataz rompían el silencio. Dos minutos intensos. Ciento veinte segundos de mecida controlada para superar el dintel. Aplausos. Propios y extraños se afanaban en inmortalizar el momento. Con el móvil, con la réflex, con el sentimiento. 'Flashazos' por doquier. Nadie quería perderse la escena. Todo el mundo quería aprehenderla.
Agonía en Getsemaní
Arriba, el Señor orando. La recreación del episodio evangélico de la agonía en el Huerto de Getsemaní, después de la Última Cena y antes del Prendimiento. Junto a Él, a la siniestra, un ángel bajo a un olivo, ese árbol tan imbricado en el 'modus vivendi' de los hijos de Jaén. El conjunto es una obra anónima que data de 1918, aunque sí hay constancia de que fue reformada por Juan Abascal Fuentes en 1969.
A las seis y veinte el trono ya giraba hacia la calle Reja de la Virgen, una de las imágenes más hermosas de la Semana Santa de Jaén. Por el simbolismo y por la belleza del trazado. Los rayos de sol resaltaban la escultura de la Virgen de la Capilla. También descubría la singular belleza de la fachada principal de la colegiata, de estilo neoclásico. Las cornetas y tambores de María Auxiliadora de Jaén sonaban a música celestial.
Los penitentes, con los ciriales aún apagados, se acoplaban en las filas. Los libros de la cofradía, como la Real Cédula de Isabel II, bien presentes, eran mostrados por los hermanos. Mientras tanto, dentro del santuario de la Capilla, se escuchaba una campanita. María Santísima de los Desamparados, bajo palio rojo, ya se aprestaba para ver la luz. Las costaleras -el turno que no estaba bajo el sitial- no podían contener la emoción. Con sus ojos enjugados, clavados en la Señora, observaban con atención el trabajo de sus compañeros que, tras el esfuerzo de la salida, rompieron con un «¡guapa!, ¡guapa!, ¡guapa!». Los varales se cimbreaban con delicadeza. Con elegancia medida. Con maestría.
Por delante, cinco horas de desfile. La Oración en el Huerto cumplió con los horarios marcados y a las 20,10 horas hacia su entrada en el itinerario oficial. Miles de personas en Bernabé Soriano. Olor a incienso. La Semana Santa de Jaén. A las 20,25 horas, también con los cronos perfectamente medidos, la cruz de guía ya se encontraba en tribuna, pidiendo la venia. A las once, San Ildefonso se abría nuevamente. Después se cerraba. Hasta el año que viene.
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