La empresa alcalaína Artesanía Florencia lleva más de 70 años desarrollando esta artesanía
El papel de la mujer en la Semana Santa de Jaén: de la mantilla a la vara de presidencia
Las pelucas de 'El Abuelo', ofrenda de una saga familiar a la imagen más venerada de Jaén
La Semana Santa es un compendio de cultura, religiosidad popular, arte y, ¿por qué no? También moda. Esta celebración que se reinventa cada año ha logrado recuperar para el vestuario femenino piezas tan clásicas como la mantilla, un complemento que simboliza el luto, pero que también es sinónimo de distinción para una madrina en un enlace. Tampoco debemos olvidar los encajes que las novias lucen el día de su boda, una tendencia en pleno auge.
"Los velos están volviendo con fuerza, en especial en las bodas por la iglesia", asegura la diseñadora nupcial de Alcalá la Real Lucía Cano. "Suele ser un complemento que pasa de generación en generación", señala a EFE. La creadora pertenece a una saga de bordadores artesanales de Jaén, Artesanía Florencia, especializados en encajes bordados a mano, una actividad que comenzó su abuela materna, Florencia Gallego, y que continuó su madre. Más tarde se uniría su padre y ahora ella toma el relevo en la empresa.
"Somos especialistas en la elaboración de la mantilla española y velo de novia amantillado, bordados a mano desde 1952", apunta. El largo recorrido de 70 años ha permitido ampliar la gama de productos a abanicos, encajes para el hogar e incluso para el arte religioso, bordados tanto en tul de seda como en hilo de algodón. "Eran tiempos en los que para una mujer no era fácil ganar dinero fuera de casa. A mi abuelo, que era comerciante, mi abuela le pidió que le trajera algo para bordar", relata la alcalaína.
Es partir de ahí como poco a poco fue surgiendo una pequeña empresa en la que participaban exclusivamente "mujeres del pueblo", que fueron vendiendo sus encajes primero por Andalucía y luego en Madrid y Valencia. "El Corte Inglés llegó a ser uno de sus clientes", cuenta la diseñadora con orgullo y reseña que ahora confeccionan detalles para trajes regionales de Aragón y Valencia, mantos y toquillas para vírgenes.
Su madre cogió el relevo, pero fue la llegada de su padre, un apasionado del dibujo, quien le dio un impulso a la empresa al crear diseños exclusivos que fueron produciendo para diferenciarse. "Siempre hemos dado rienda suelta a la imaginación; ahora sucede lo mismo, creamos diseños adaptándonos al gusto de nuestros clientes", advierte Cano mientras recuerda que reprodujeron, a petición de una novia, el zócalo de la Alhambra en su velo.
Artesanía y diseño vanguardista, con buena parte de innovación, bordados que aplican en las mangas de los vestidos o en capas. "Antes todo el mundo tenía los mismos dibujos", que se elaboraban sobre un bastidor de 2,50 de largo por 1,20 de ancho. Ahora -indica la diseñadora- no todo el bordado es manual, una manera de abaratar costes y tiempo de producción.
Licenciada en diseño de moda por el Instituto Europeo di Design (IED), Cano tenía claro que quería continuar con la tradición familiar, incluyendo el diseño nupcial. Desde Granada confecciona vestidos de novia y su última propuesta la ha presentado en la pasarela especializada Atelier Couture. "Cada colección es un aprendizaje", y señala las opciones que le ofrece el diseño digital y los detalles bordados en cada uno de los vestidos.
A las tradicionales formas se incorporan dibujos de palmeras y hojas grandes, estilo 'boho', más informal "para casarte en la playa", dice. No en vano la colección se llama 'Marea', donde incorpora vestidos en guipur, bordado en organza, lentejuelas que simulan las escamas de los peces, pedrería, raso y tul bordado. "A mis diseños les añado ese valor diferencial: soy especialista en los bordados y llevo un toque clásico pero a la vez muy actual", señala, aunque reconoce que en la mantilla se apuesta por la tradición y por la calidad.
No obstante, con el resurgir de estas piezas se lamenta de la escasez de bordadoras. "Se está perdiendo una valiosa artesanía por falta de mano de obra, pues la media de las bordadoras está en los 70 años". Recuerda, además, que cuando empezó su abuela eran muchas las mujeres que se dedicaban a ello como trabajo en equipo. "Si todo continúa igual, se extinguirá", sentencia.
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