La investigación, del King's College de Londres, ha sido la última en destacar las virtudes de esta práctica: «El impacto de los alimentos en la salud no es solo lo que se come, sino el momento en que se elige hacerlo», dicen los autores
El ayuno intermitente vuelve a la palestra. Esta vez en el terreno científico, porque si bien esta práctica ha cogido fama después de que varias celebridades alardeasen de sus beneficios (Elsa Pataky, Jennifer Aniston o el presentador de Antena 3, Jorge Fernández), su funcionamiento también despierta el interés en laboratorios. El doctor Juan Manuel Guardia, médico especialista en Endocrinología y miembro del Área de Nutrición de la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN), realiza una foto fija de la situación: «Si buscamos el término en inglés, intermittent fasting, aparecen 374 artículos del 2022, y 360 en lo que va de año».
El último estudio al respecto, elaborado por investigadores del King's College de Londres, se presentó, hace algo más de una semana, en la Conferencia Europea de Nutrición que tuvo lugar en Belgrado (Serbia). ¿La conclusión principal? Que basta con que el ayuno dure catorce horas para obtener beneficios positivos en la salud, como son cambios en el estado de ánimo, la energía y el hambre. El informe, incluso, destacó que si su extensión fuese menor también podría resultar ventajosa.
Si bien trabajos anteriores habían apuntado hacia sus efectos positivos, lo habitual era que la ventana libre de comida durase, como mínimo, 16 horas, lo que dificultaba llevar esta práctica al día a día.
En la investigación del centro londinense participaron más de 37.500 usuarios de ZOE, una aplicación de nutrición, que fueron monitorizados durante tres semanas. En los primeros siete días, se les pidió que mantuviesen su patrón de alimentación habitual, sin cambios. En los 14 siguientes, tuvieron que limitar su dieta y ayunar durante 14 horas. Un ejemplo de esta conducta sería cenar a las ocho de la tarde y retrasar el desayuno hasta las diez.
«Este es el estudio más grande fuera de una clínica estrictamente controlada que muestra que el ayuno intermitente puede mejorar su salud en un entorno del mundo real», señaló la Sarah Berry, doctora de la escuela de la Escuela de Ciencias de la Población del King's College de Londres y científica jefe de Zoe, quien destacó que esta investigación muestra «que no es necesario ser muy restrictivo para ver resultado positivos».
Es más, unos 36.000 participantes optaron por alargar este experimento durante más semanas, y en ellos se observó un beneficio mayor para su salud. Lo mismo sucedió entre aquellos que mostraron un mayor nivel de compromiso: «Realizar esta restricción pero no ser consistente en el día a día no tuvo los mismos efectos que aquellos que sí lo hicieron a diario», detalló la experta.
Mejor calidad del sueño
Los participantes destacaron una pérdida de peso, además de un incremento en los niveles de energía y mejoras en el estado de ánimo. Uno de los hallazgos más importantes para los investigadores fueron las ventajas obtenidas sobre el sueño. Los individuos reconocieron que se quedaron antes dormidos y que tuvieron un descanso de mejor calidad.
Para los autores, este estudio se suma a la creciente evidencia sobre la importancia de cuándo y cómo comer: «El impacto de los alimentos en la salud no es solo lo que se come, sino el momento en que se elige hacerlo», indicó Kate Bermigham, investigadora del centro anglosajón.
Resultados que podrían tener sesgos
El miembro de la SEEN señala que si bien la metodología empleada no es la mejor, gracias a la aplicación han podido contar con un alto volumen de participantes, «cantidad que para un estudio con mayor complejidad metodológica sería difícil alcanzar». Eso sí, señala que los resultados obtenidos pueden tener sesgos y se deben interpretar con cautela. De hecho, describe el período de valoración como corto e insuficiente «para conocer el impacto a medio y largo plazo».
Conclusiones recientes sobre los procesos inflamatorios
En España también se están llevando a cabo diferentes líneas de investigación sobre esta estrategia. De hecho, un nuevo estudio de la Universidad de Castilla-La Mancha, publicado en la revista American Journal Of Clinical Nutrition y realizado por el investigador del centro, Rubén Fernández, encontró efectos positivos sobre los procesos inflamatorios. Esto podría resultar beneficioso en el abordaje de enfermedades crónicas inflamatorias como la diabetes o la obesidad.
El autor señala que, hasta la fecha, no se había profundizado tanto en esta cuestión. «Las modalidades de restricción de la ventana de ingesta han demostrado beneficios comparables y algunas veces superiores a la restricción calórica continua para la pérdida de peso y la mejora cardiometabólica; sin embargo, no se había determinado su efectividad en la inflamación», señalaba. En concreto, la reducción se produjo en biomarcadores como el factor de necrosis tumoral o la leptina
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