De acuerdo con el informe de consumo alimentario en España, en 2022, en promedio cada español consumió aproximadamente unos 27,94 kilos de pan.
El pan es uno de los alimentos imprescindibles en cualquier mesa española. Tradicionalmente, se ha usado para acompañar todo tipo de comidas y aperitivos, por lo tanto, es impensable que cualquier hogar falte de este elemento. Aunque claramente, lo ideal en cuanto a su consumo es hacerlo recién horneado, cada vez más las opciones congeladas toman terreno. Al respecto, cualquiera persona estaría de acuerdo en considerar que el pan recién hecho no tiene igual. Su textura, olor, sabor y la sensación al paladar son incomparables. Sin embargo, no todos, o no siempre, tenemos la suerte de contar con un pan fresco.
Y frente a estos casos es que justamente los supermercados y otros establecimientos se han dado a la tarea de producir y vender pan congelado. E incluso, pan que, si bien ha sido recién horneado, su masa ha pasado por un proceso de congelación para mantener su frescura y evitar su caducidad. ¿Cómo reconocer cuándo una barra de pan ha pasado por este proceso? ¿Se pierden beneficios nutricionales por consumir pan que ha sido congelado? En respuesta a la última pregunta, Nuria Romero, nutricionista de la ciudad de Granada, afirma, «podemos estar tranquilos/as, porque el pan al congelarlo no pierde propiedades nutricionales. Aunque sí que a veces puede verse afectada su textura o sabor.»
Es justamente esto lo que notamos al consumir un pan que ha sido congelado. Por ejemplo, cuando adquirimos barras de pan horneadas que han pasado por un proceso de congelación, es común detectar las siguientes características. En cuanto a la textura y humedad, un pan que ha sido congelado tiende a ser más denso y seco que el pan fresco. Lo mismo sucede en cuanto a su consistencia, si el pan ha pasado por un proceso de congelación, el aspecto de su masa será desigual, todo esto producto de la descongelación. Por último, tal como indica Romero, sin duda su sabor y olor no podrán nunca compararse con un pan fresco y recién horneado.
Pese a todas estas diferencias y a que claramente al paladar, un pan recién hecho será mil veces mejor que uno que ha sido congelado. Nuria Romero insiste en que sea fresco o congelado, los nutrientes y valores alimentarios del pan siguen siendo los mismos. Además, añade algo importante y que quizá es poco considerado en este sentido. Y es que cuando «congelamos el pan y lo tostamos, reducimos su índice glicémico (es decir, la velocidad a la que liberamos glucosa a sangre). Esto es beneficioso porque evitamos picos de glucosa, lo cual puede ser interesante en personas con diabetes, así como durante la menopausia o embarazo, ya que en estos dos últimos casos suele haber mayor resistencia a la insulina».
Comentarios
Publicar un comentario