👰GRANADA HOY> “Prefiero que el lector se imagine al personaje según su interior” <
La escritora publica con Harper Collins 'La virreina criolla', una nueva novela histórica en la que indaga en la apasionante vida de la primera condesa de Gálvez
–¿Quién fue la condesa de Gálvez, de nombre Felicitas de Saint-Maxent?
–Estamos hablando de una mujer que teniéndolo todo en América, decidió terminar su vida en España; una mujer que era criolla americana, que vivió la Independencia de Estados Unidos allí y la Revolución francesa aquí, y que estaba casada con el malagueño Bernardo de Gálvez, único español reconocido como hijo adoptivo de la nación americana. Era francesa y pudiendo elegir ser americana, decidió criar a sus hijos en España. Fue una mujer que tuvo mucha vinculación conAndalucía, primero por estar casada con un malagueño y segundo por ser amiga de Rosa de las Casas, la mujer de Alejandro O’Reilly, quien hizo las defensas de Cádiz.Ambos tienen presencia importante en esta novela. Felicitas fue una ilustrada que tiene en su vida las vidas de mil mujeres suyas contemporáneas.
–¿Tiene entonces rasgos que la hacen actual?
–Aparte de que tiene esas mil vidas dentro de la suya, que conoció el tráfico de armas y de mercancías, conoció a los apaches, a los piratas del Caribe, conoció lugares idílicos como Nueva Orleans, La Habana, México, donde fue virreina... Todo a la sombra de su marido, que estamos en el siglo XVIII y ella vivía y acompañaba en su vida a su marido. Cuando queda viuda es cuando, de verdad, sus rasgos más importantes salen a la palestra. Ella promete al marido en su lecho de muerte que va a educar a sus hijos en España, y ya viuda, teniéndolo todo allí, es cuando todos sus rasgos florecen. Cuando llega a la Corte de Madrid, pasando por Cádiz dos veces, monta una tertulia literaria muy importante. Por esas tertulias, precisamente, y por ser considerada afrancesada acabó desterrada en Valladolid. Lo vivió todo: la opulencia y la tristeza y la cárcel.
–A la sombra del marido, dice. ¿Hay alguna reivindicación del papel femenino?
–No, simplemente que supo luchar por sus hijos. Ella estuvo muy enamorada. A los 20 años ya era viuda y tenía una hija, y casó con Bernardo en segundas nupcias. Fue muy feliz y tuvo tres hijos más. Fue una mujer muy fuerte.Quiero, además, reivindicar a la familia Gálvez que venían de un pueblecito cerca de Málaga, Macharaviaya, y que solamente en una sola generación consiguieron llegar alto. Su tío José llegó a ser ministro de la Indias; otro, jefe de puerto de Cádiz, por donde entonces pasaban todas las riquezas que llegaban a España.
–Además de ser mujer, ¿qué debe tener para usted un personaje para que se merezca una novela?
–Sobre todo ser mujer. A veces mis protagonistas son hombres, pero a través de la vida de sus mujeres. Creo que deben englobar no solamente una vida. El telón de fondo del protagonista tiene que tener mucha enjundia. En el caso de Felicitas vive el tráfico de armas, vive cómo ayuda España a Estados Unidos en su independencia, que es el gran secreto que no conocen los españoles; vive en el despacho de su marido las tertulias de los espías españoles que vienen de Cuba, y vive ese momento en Haití en el que su marido se embarca y va a combatir a los piratas. Ella vive todo eso en primera persona. Y es una mujer generosa: hay una hambruna en México, da donativos y organiza lo que en su mano está para paliar el hambre. Por otro lado, tiene esa vida de desterrada, de peleada con la Corte, de ilustrada en palacios de Madrid, de paseante por Cádiz. Lo tiene todo.
–¿Cómo llega usted a este tipo de personajes?
–Pueden llegar de muchas formas. Yo leo bastante, desde luego. En este caso, me llegó de la mano de Molly Long, que fue presidenta de las mujeres de la Revolución Americana y es mi cuñada. Y constantemente me decía que Bernardo de Gálvez había tenido una esposa fascinante que merecía la pena rescatar del ostracismo.Eso es lo que yo he intentado con Felicitas.
–¿Necesita imaginarse al personaje físicamente antes de pasarlo al papel?
–Pues voy a contar un secreto que me ha pasado al escribir este libro. Yo, a ella, la tenía visualizada perfectamente. Hay varias cartas que hablan de su belleza, de su inteligencia. Pero solamente había un grabado de ella, muy malo y muy jovencita. Entonces, prefería no describirla. Desde la editorial me decían que no la había descrito, y les dije que me interesaba más que cada lector se imagine al personaje según su interior. Es un acercamiento más íntimo. Es mucho más íntimo conocer al personaje desde dentro y por sus actuaciones, más por las cosas que va haciendo en la novela que por una descripción física al comienzo. Cada lector se puede imaginar una Felicitas diferente.
–¿Alguna vez le han entrado ganas de cambiar el rumbo de la Historia?
–No, no, procuro no hacerlo. Procuro no cometer anacronismos; nunca. Procuro ser muy fiel a la historia. Primero, intento hacer ligera la historia, que sea divertida, que llame al lector a leer luego un ensayo si quiere seguir indagando, pero procuro eludir demasiadas fechas, demasiados datos, lo que quiero es hacer una historia divertida, entretenida, que te lleve de la mano, pero sin cambiar nunca la historia de fondo.
–Su biografía dice que dejó el Derecho hace 25 años para dedicarse a escribir por derecho: eso no se decide en una noche...
–No, eso se decide cuando La princesa de Éboli va por la edición número 27 y ha sido traducida a seis idiomas (ríe), porque de otra manera, lo digo claramente, no puedes dejar de trabajar en una cosa para dedicarte única y exclusivamente a la literatura. Fue una decisión valiente, eso sí.
–¿Alguien contará su historia dentro de cien años?
–(Ríe). No, dentro de cien años no tengo ni idea..., mi máxima pesadilla es que cuando muera me vaya encontrando a todas mis protagonistas y me vayan echando cosas en cara (ríe).
–¿Hay algún personaje contemporáneo, vivo o no, que merezca una novela?
–Mi protagonista más contemporánea es la espía de Cenizas de plata y sangre, la novela sobre la explosión de Cádiz. Siempre he dicho que es mejor no escribir sobre nadie que no haga cien años que se haya muerto, porque los protocolos de los notarios, que es donde viene lo más íntimo de cada persona, no son públicos hasta ese momento. Sin ellos, siempre te vas a dejar una parte de su historia.
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